El sexo, la sexualidad y la erótica son temas que, a veces, generan dudas a los padres respecto a cómo y cuándo abordarlos. Muchas veces se acentúan los riesgos que pueden aparecer, es decir lo urgente, por si acaso. De tal manera la educación sexual se limita a la “prevención de riesgos”. No se profundiza en los conceptos desde lo que somos, hombres y mujeres en construcción y relación, peculiares y únicos.

Hay muchos modelos de familias y todos son válidos. Cada una puede abrir puertas, y desarrollar la costumbre y la complicidad de aprender a hablar sobre las creencias, las expectativas personales en torno a diferentes aspectos relacionados con la sexualidad. Hablar cuando no se tiene prisa, incorporando ideas, conceptos, información según la etapa de cada hijo e hija. Así con la naturalidad se podría dialogar de pareja, de amor, de enamoramiento, de cambios biofisiológicos, de afectos, atracción, orientación, intimidad, deseos, reproducción, salud, valores, criterios, de hábitos, de asumir responsabilidades, de no aceptar imposiciones, de miedos y sobre todo de conocerse, aceptarse y sentir que merecen la pena, que son dignos de ser queridos y queridas. Uno de los objetivos de la educación sexual, tanto desde la familia como en el aula, es ayudar a construir personas capaces de gestionar su propio bienestar con el fin que puedan establecer relaciones y vínculos constructivos y enriquecedores.