Así empezó mi labor como sexóloga infiltrada, tanto en las aulas, como en el grupo de apoyo a alumnos y familias. Cuando, más tarde, llegué a España, me encontré con la misma necesidad en los amigos de mis hijos.

Al mismo tiempo, trabajando cara al público, tuve la oportunidad de conocer una inmensa variedad de personas y de historias. Muchas de ellas me confesaban sus dificultades y dilemas en su vida sexual.

Tan pronto como me fue posible, después de años de integración y aprendizaje del idioma, encontré el modo de profundizar mi formación. En 2020, finalicé el máster en Sexología, que comprende educación y asesoramiento sexual, por el Instituto de Sexología (in.ci.sex.) de la Universidad de Alcalá de Henares. Entonces decidí dedicar mi energía y tiempo a la Sexología, a fin de poder ayudar a quienes lo necesiten y trasmitir mis conocimientos sobre esa materia.

De hecho, esos conocimientos cambiaron mi propia vida, porque estudiar y hablar de sexualidad es zambullirse en un mundo de historias llenas de búsquedas, deseos, vulnerabilidades, placeres, identidades, preguntas, tabúes, juicios morales, creencias, vivencias, sentimientos contradictorios (que a veces se convierten en fuente de dificultades comunes), de fantasías y satisfacciones, de valores y cualidades, de la forma peculiar de ser cada uno en este mundo.

Esos conocimientos me sirven ahora para comprender y crecer junto a cada persona que comparte conmigo su mundo íntimo. Me permiten contribuir al encuentro de una sexualidad placentera, porque la sexualidad es el derecho de ejercer el placer de vivir. Y no podemos separarla de la vida, porque es la vida misma.